Si bien no tenemos representatividad otorgada, ni reconocimiento oficial como espacio para rehabilitación de fauna, cuando disponemos de lugar (jaula o hábitat) donde alojar un animal herido, lo hacemos. Así, hasta investigar sus posibilidades de supervivencia, se le garantizan alimento y atención veterinaria, protegiéndolo además, de las inclemencias del tiempo.

Pepe, como fue llamado cariñosamente, se dejó ayudar desde el lprimer día, permitiendo incluso la sutura de la herida producida por un balinazo. De a poco, comenzó a levantar su ala, muy caída por efecto del daño que le ocasionaron.

Comenzó a mostrarse más inquieto y a emitir pequeños y fuertes sonidos similares a un llamado… Al costado y por arriba del jaulón donde lo alojamos, existe un gran árbol paraíso, enlazado con un arbusto de hojas perennes. Aprovechamos el amparo que ofrece y la experiencia obtenida con otra ave similar a Pepe y lo dejamos salir para que mida sus fuerzas. El primer y segundo intento resultaron un fracaso… Pepe bajó a tierra, carreteando asustado. Esperamos quince días más, y … volvimos a probar. Esta vez, subió decidido de rama en rama. Voló hasta otro árbol, chillando sin parar y luego lo perdimos de vista!!!

Sabemos que vive muy cerca porque hay días que viene y se hace notar. Baja planeando cuando repartimos comida al resto de los animales… Pienso que viene a manguear!!! Así que dejamos trozos de pollo o carne en distintos lugares del predio y él sin complejos, baja a buscarlos. Es muy satisfactorio notar como logramos la confianza y el apego de un ser nacido para volar libremente.

Tanto los Buhos de los Campanarios como el Gavilán pertenecen a nuestra fauna autóctona, es decir, nativa.

Todos tenemos el derecho y el deber de protegerlos.